martes, 8 de noviembre de 2011

El concierto de Sabina


Tenis rosas, sí, sí, escogí mis tenis rosas para ir a ver a Joaquín. Todos saben que no me gusta el rosa, pero tengo unos tenis que vomitan ese color por todos lados y los uso a diario, tal vez porque seguro son el último regalo de mi papá y me los dio con mucha emoción, tal vez porque son de lo más cómodo del mundo, tal vez porque me reconcilian con ese color con el que siempre soy tan injusta sin argumentos sólidos, por la razón que sea, el caso es que tomé mis tenis rosas, mis jeans negros y una blusa roja con botones. Oh sí, esa blusa roja con botones y es que mis senos se ven tan deliciosos en esa blusa, los primeros dos botones desabrochados y mis exquisitos 34-C suaves se asoman al mundo, jaja, como si Sabina los fuera a ver.  No podía faltar mi chamarra de los Pumas, no por frío sino porque traigo una gripe diabólica y no quiero que empeore, ah claro, y la bufanda.

Salí de mi casa hacia el metro, ya estaba oscuro, Lázaro Cárdenas-Tacubaya-Auditorio, fácil.  Es curioso, sales del metro y un arreglo de puestos callejeros crean una especie de camino preparatorio hacia el Auditorio, por todos lados ves plumas, vasos, tazas, fotos, discos, gorros, playeras, bufandas, pulseras, ceniceros, encendedores, chamarras, libros y seguro más cosas a las que no les presté atención, llevaba cinco pesos en la bolsa y un boleto del metro, así que tal vez por eso reprimí mis deseos prosouvenir. Decidí entrar al Auditorio y además de las muchas chicas guapas que llamaron mi atención, también me vi rodeada de una gran cantidad de gente mayor, pocos jóvenes, más hombres que mujeres, eso sí, no vi otros tenis rosas además de los míos pero sí a muchos que me veían feo por llevar mis tenis, nada raro, estoy acostumbrada a las miradas feas. Visité los stands de souvenirs oficiales, me gustó la bufanda, maldita bufanda, quedará en mi recuerdo. Se acercaba la hora, yo caminaba y caminaba para distribuir mi energía emocional, subí y bajé muchas veces las escaleras, pasé por todos los puestos, vi rápidamente la exposición del Grammy Latino, incluso fui al baño.

Es importante mencionar que no me gustan los conciertos de este tipo, para ser específica para mí un concierto es ir al Palacio de Bellas Artes a escuchar música clásica, así me enseñó mi abuelo y así me gusta, las únicas tres personas por las que pago y por las que me entusiasma de sobremanera e incluso me resulta indispensable ir a ver son Sabina, Sanz y Silvio, nadie más. Eso de las multitudes cantando y gritando no es lo mío, pero deberían verme gritar y cantar con esos tres, ¡carajo, hasta llorar!

En la segunda llamada decidí entrar a buscar mi lugar, no me gusta que me acomoden, tengo la capacidad suficiente como para encontrar mi asiento en un lugar que posee todos los señalamientos que me lo facilitan, fue un servicio que no solicité y a pesar de que le dije a la señora que yo podía llegar sola a mi lugar se me pegó como ventosa, en el camino le seguí comentando que mejor hubiera ido con alguien más, que yo no era buen negocio, no me quiso escuchar, obvio llegó el momento en el que esperaba su propina y no le iba a dar mis cinco pesos, ni mi boleto del metro, así que se fue muy pero muy enojada. Es como con los limpia parabrisas, les dices que gracias, pero que no requieres sus servicios y hasta les dices que no tienes dinero, pero ellos insisten en limpiar tu parabrisas a pesar de que tú ya les aclaraste que no y encima se molestan si no les das dinero. En fin, me quedé perpleja, estaba en la cuarta fila del lado derecho, me separaban del escenario escasos dos metros, ¡qué cosa!, a alguien se lo tenía que presumir, y pues me lo presumí a mí misma todo el tiempo. No todo podía ser bello, estaba rodeada de puros señores sesentones, y no tengo nada contra ellos pero a lo largo del concierto me resultaron tremendamente aburridos. Seré más específica en mi perímetro. A mi izquierda un señor como de cincuenta años con su esposa que usaba muletas y tenía las piernas deformes, claras secuelas de polio. A mi derecha un tipo horrible como de dos metros, con obesidad mórbida, aliento asqueroso que penetraba con fuerza mi nariz congestiva, obvio no cabía en su asiento e invadía parte de mi espacio, odio eso, mucho. Detrás de mí un señor muy gruñón, que cada vez que yo me levantaba se enojaba muchísimo, era de los pocos que no se levantaban. Frente a mí, horrible, otro güey de dos metros mega gordo, de cabeza gigante, diablos, justo frente a mí, me la pasé todo el concierto esquivándolo, no se sabía ni una canción, nunca cantó, nunca se levantó, nunca bailó, nunca aplaudió, era un ser inerte.

Por fin  llegó el momento, salieron primero los músicos, todos conocidos, los de siempre, y un minuto después Joaquín, mi artista. Gritos por todos lados y mientras yo, que puedo llegar a ser tan ridículamente cursi, estaba ahí parada a escasos metros de él recibiéndolo con unas lagrimitas ¡y comenzó la fiesta!

♫♪ Porque voy a salir esta noche contigo, se quedarán sin beatos las catedrales. ♫♪ Oh sí, Joaquín salió esa noche conmigo y el tiempo se detuvo, no había en mí nada más que ese momento mágico, tan único, tan mío, tan especial, tan Sabina.

♫♪ De madrugada y por la puerta de servicios me pasabas el hachís al borde del precipicio jugábamos a Thelma y Louise. ♫♪ Pantalones rojos entallados a sus piernas delgadas, un saco negro, playera negra con un corazón blanco en el centro y no podía faltar el bombín. “Saludos chilangos y chilangas”.

♫♪ Y beso tus cadenas y quiero prometerte ser libres como dos versos tachados del dictado de la revolución. ♫♪ La gente comenzó a sentarse, Joaquín siempre caminó por todo el escenario, ningún sector quedó descuidado, yo envidiaba a los que estaban del lado izquierdo, casi todos eran jóvenes que gritaban y cantaban de pie jubilosos durante todo el concierto, pero no, me tocó con los viejitos aburridos.

♫♪ Hierven los clubs y los adolescentes comen pastillas de colores. Harto de mal vivir el siglo veinte muere de mal de amores. ♫♪ Joaquín sacó sus mejores pasos, pensé que se podría caer en cualquier momento, pero no, sabe lo que hace. Entre canción y canción un trago a su copa, desconozco el contenido. También entre canción y canción cambio de guitarra, ¡qué bonitas guitarras!

♫♪ Y yo que nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer, del cuello de una nube aquella noche me colgué. ♫♪ Esta canción junto con 19 días y 500 noches son muy especiales para mí porque fue a través de ellas que descubrí a Sabina, estoy en deuda con ellas, fue grande recordar aquella primera vez de esa voz rasposa y verme ahora ahí frente a él, este mundo es impredecible.

♫♪ A la intrépida “cholula” argentina que en el corazón con tinta china me tatuó “peor para el sol”. ♫♪ Todos nos levantamos, cantamos, bailamos, bueno en mi lado no, jaja. Los pocos jóvenes que estábamos en ese sector, queríamos levantarnos para bailar y aplaudir pero los viejitos nos reprimían. Había una chava en la segunda fila muy animada, se paraba y bailaba, muy expresiva y apasionada durante todo el concierto, tres señoras que estaban detrás de ella se la pasaban empujándola, gritándole, diciéndole de todo, hasta hablaron con los de seguridad, jajaja y nada, ella siguió bailando y cantando feliz. Las viejitas se cambiaron de lugar.

♫♪ Vivo justo detrás de la esquina, no me acuerdo si tengo marido, si me quitas con arte el vestido te invito a champán. Le solté al barman mil de propina, apuré la cerveza de un sorbo, acertó quien “el templo del morbo” le puso a este bar. Peor para el sol que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar mientras un servidor le levanta la falda a la luna. ♫♪ Fue mi momento mágico, Joaquín se acercó a la zona en la que yo estaba sentada cantando feliz, se acercó muchísimo, al borde del escenario, yo me levanté de inmediato, la única “incorrecta” ahí entre todos mis viejitos y nuestras miradas se encontraron, ¡estábamos a menos de dos metros!, qué cosa más mágica y estremecedora, durante toda la estrofa que anoté al inicio de este párrafo Joaquín y yo nos mirábamos y la cantábamos juntos, no puedo contarles lo que sentí pero puedo decirles que lloré de nuevo, muy pasional yo. ¡No lo puedo creer! Luego me sentí un poco culpable porque es la canción favorita de mi hermana y a ella le tocaba vivir lo que a mí me pasó con Joaquín.

♫♪ Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo. ♫♪ Esta canción me recuerda mucho a mi abuelo, por Agustín Lara y por José Alfredo. Obvio el auditorio se puso de pie y cantaba muy orgulloso, curioso.

♫♪ Lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres porque el amor cuando no muere mata porque amores que matan nunca mueren. ♫♪ Exacto Joaquín, coincido. Cabe señalar que en tres ocasiones entre canciones Joaquín recitó versos de su autoría, yo los desconocía todos, brillantes y su manera de recitarlos inmejorable.

♫♪ Dormir contigo es estar solo dos veces, es la soledad al cuadrado. ♫♪ Más baile, muchos gritos, yo no quería que el concierto acabara, y creo que nunca acabará, se me ha quedado aquí muy dentro.

♫♪ Yo quiero ser una chica Almodóvar que a su chico le suplique: “¡átame!”, no dar el alma sino a quien me la roba, desayunar en Tiffany’s con él. ♫♪ Un regalo muy sexy. Esa chica tiene grandes encantos.


♫♪ Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar al país donde los sabios se retiran
del agravio de buscar labios que sacan de quicio, mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios de los peces de ciudad. ♫♪ ¡¡¡Ah!!! Lo que menos esperaba, una de mis canciones favoritas, nunca creí escuchar a Joaquín cantarla en vivo, sí, volví a expulsar lagrimitas, es que amo esa canción. Nunca he podido decidir cuál es la canción que más me gusta de Sabina pero esta, sin duda, está entre los candidatos más fuertes. Nuevamente ¡no lo puedo creer! Fue como mi momento mágico número dos.

♫♪ Entre dos curvas redentoras la más prohibida de las frutas te espera hasta la aurora, la más señora de todas las putas, la más puta de todas las señoras. ♫♪ Una delicia de interpretación, no puedo decir más.

♫♪ Y el lunes al café del desayuno vuelve la guerra fría y al cielo de tu boca el purgatorio y al dormitorio el pan de cada día. ♫♪ La música se calló en los momentos finales y sólo éramos puras voces sosteniendo la canción, un momento muy padre, para Joaquín siempre muy grato. Se quitó el bombín para agradecer.

♫♪ ¿Con qué ley condenarte si somos juez y parte todos de tus andanzas? ♫♪ A esa princesa siempre la he querido ir a rescatar, ¿alguien sabe dónde está?

♫♪ Estoy tratando de decirte que me desespero de esperarte, que no salgo a buscarte porque sé que corro el riesgo de encontrarte. ♫♪ Mi obeso mórbido de la derecha se apasionó mucho por la canción, se puso de pie y me dio un par de golpes accidentales con su baile que me resultó muy divertido. El señor de la izquierda también se levantó a bailar, jajaja, era como un robot, muy curioso.

♫♪ Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina, ♫♪ Todos de pie. Repito, una de mis canciones especiales. Una vez más Joaquín se acercó muchísimo, esta vez todos estaban de pie no sólo yo, muchas se acercaron a tocarlo. Yo lo toco con cosas más profundas que la piel. La primera despedida.

♫♪ Por decir lo que pienso sin pensar lo que digo más de un beso me dieron y más de un bofetón. ♫♪ No la cantó Joaquín. Se encargaron de ella Antonio García de Diego y Pancho Varona. Joaquín se toma varios descansos.

♫♪ Que el maquillaje no apague tu risa, que el equipaje no lastre tus alas, que el calendario no venga con prisas, que el diccionario detenga las balas. ♫♪ Amo la versión con la Vargas, amo esta canción.

♫♪ Caminito al hostal nos besamos en cada farola, era un pueblo con mar, yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola… ♫♪ A todo el mundo le encanta esta canción, pero mucho, es como la etiqueta de Joaquín. A mí también me gusta pero no así como a los demás. Fue la segunda despedida.

♫♪ Disparé al corazón que yo quería, con premeditación, alevosía y más pena que gloria. ♫♪ Jaja divertidísima, reí mucho con esa canción. Joaquín sólo cantó la parte final. Después cantó una canción que no ubico muy bien pero estoy casi segura que es de José Alfredo, fue el único momento en que permanecí callada.

♫♪ Arañazo en tu espalda tenor en Rigoletto pianista de un burdel. Bongosero en la Habana, casanova en Venecia, anciano en Shangri La. ♫♪ Muchos pensaron que era el final del concierto y comenzaron a abandonar sus lugares, yo pensé lo mismo, pero no iba a abandonar mi lugar. Seguro les angustiaba pasar horas atorados en el estacionamiento y prefirieron adelantarse, yo por eso uso el metro, jaja. Joaquín tocó un tambor de un diseño muy padre.

♫♪ Deja pasar la tentación dile a esa chica que no llame más y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar: ¿tienen pastillas para no soñar? ♫♪ ¡Hermana! Esa canción le encanta a mi hermana, de hecho, la conocí por ella, me acordé muchísimo de nuestros caminos de regreso del gimnasio a la casa, siempre la ponía en el coche, así me la aprendí. Y esta vez, la despedida definitiva.

Se pusieron a repartir balones de futbol, Joaquín y sus músicos los pateaban hacia la audiencia, obvio no me tocó nada. Y se fueron pero no saben cuánto se quedaron…

Salí de ese lugar flotando, por más esfuerzos que haga para explicarles cómo me sentía, no lo lograré, vamos a dejarlo en que salí flotando y afónica, sí, más dañada de la garganta de lo que ya me tenía esta gripe macabra. Tomé el metro de vuelta a casa y a la media noche ya estaba frente a mi computadora intentando escribir todo lo que había sucedido pero no pude. De esas veces cuando tienes mil cosas que decir y nada, te quedas sin palabras porque te quedas flotando inmersa en la felicidad del suceso. Pero bueno, no puedo tomarme la libertad de no escribirlo porque mi hermana espera ansiosa el relato así que desperté motivada sólo por eso, contarle lo inmensamente feliz que me hizo con su boleto, no sé qué más decir para hacerle justicia a esto.

Me siento tremendamente afortunada porque hace unos días una mujer salida de mis sueños más bellos me regaló el día más maravilloso de mi vida y anoche un hombre venido de otro mundo me regaló la noche más mágica de mi vida, ya no sé qué más puedo pedir, tal vez que hoy esa chica tenga una noche igual de especial que el día que ella me regaló, es mi único deseo del día de hoy.


1 comentario:

  1. ay hermana lloro lloro como noe stuve ahi snif snif snif!!!!!! ahhhhhhhh pero para el sol era para mi imaginate q nuestras miradfas se hubieran encontrado ahhhh dios de mi vda!!!!! ash...aves de paso siempre la he querido escuchar ay en fin, espero q no sea el ultimo concierto ni el ultimo lugar tan privilegiado como el q pude haber tenido!!! pero q bueno q estuviste ahi!

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