De niña me ocultaba bajo las cobijas intentando hacerme invisible a
los ojos de una madre que entraba a mi cuarto dispuesta a matarme.
De niña me aferraba cual alpinista en caída a las rocas, a los brazos
de mi padre, porque entre ellos el mundo amenazante que me rodeaba y me
atemorizaba desaparecía y sólo sentía su corazón latir junto a mi
cuerpo, era el lugar más cálido y seguro que he conocido jamás.
De niña mi abuelo me enseñó a escapar de la muerte y la desesperanza
entre las notas de una sinfonía de Beethoven, mi abuelo partió y mi alma
aún no regresa.
De niña deseaba con todas mis fuerzas un perrito porque nadie me
acariciaba, nadie me quería, a nadie podía dar amor sin ser violentada,
solo quería un amigo inocente para no olvidarme de amar y para que al
menos él se alegrara de mi existencia. Mi madre echó a mi perro a la
calle, no estuve con él más de tres días.
De niña todos los días anhelaba morir mientras dormía, nunca sucedió
ni siquiera porque se lo suplicaba a los Reyes Magos año tras año.
De niña quería desaparecer cuando otro niño fijaba su mirada en mí
para hacerme daño y cerraba los ojos, pero la “negra cochina y tonta” no
podía tornarse transparente y todos chocaban con ella.
De niña me enseñaron que no valía nada, que casi nadie me quería, que
el que me quería me abandonaba, que debía ser castigada por ser tan
estúpida y fea, que nadie quería ser mi amigo, que tenía que comer en el
piso, que si tiraba un vaso con agua debía ser quemada, que si no
aprendía una multiplicación debía ser golpeada hasta sangrar, que si
hablaba todos se burlarían y me humillarían, que nunca debí nacer.
Aprendí a convivir con mi soledad, con mi miedo a vivir, cambié mi
voz por la pluma y la hoja que son testigos silenciosos de mi
pensamiento, no esperé ni espero que nadie me ame con esa forma linda
que nunca he conocido, comprendí que la mayoría del mundo está muy
enfermo y que no dudarán en hacerme daño al primer descuido, me quedó
claro que soy invisible porque de todo el mundo que me ve nadie me
percibe, nadie me toma, nadie me escribe; tengo la certeza de que mi
segundo de existencia no tiene sentido en un universo tan grande, mi
vida o mi muerte no hacen diferencia alguna, vivo sin significado, no
encuentro sentido.
Ahora no necesito cerrar los ojos para pretender volverme invisible y
escapar del peligro, ahora soy invisible porque todos me han ido
borrando, porque el vacío de amor que habita en mi pecho ha devorado
hasta a mi sombra, porque si estoy o no estoy el mundo sigue girando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario