jueves, 1 de enero de 2009

El árbol navideño de mi abuelo

Sigo sin entender a tu árbol en mi casa. Nuestros mundos son tan distintos. En tu casa brillaba y daba vida, en la mía, es tu insoportable recuerdo. Lo miro fijamente y siento cómo comienza a desdoblarme poco a poco, cada mecha plateada acaricia con espinas mi piel y la va penetrando, recorre mi cuerpo por dentro lesionando cada fibra, me dueles en cada lucecilla que transcurre por mi mirada, me dueles en cada reflejo de mis rincones en tus esferas. Evito acercarme porque tu olor sale a mi encuentro y me abraza como aferrándose a la vida y en su frenesí me jala a un abismo en el que por más que me resisto termino siendo desnudada por esa tórpida caída que con sus ráfagas de dudas me desprenden de cualquier argumento que pueda ofrecer para negarme a abrir los ojos y mirarme así sin algo pero contigo. Te veo tan lejano ya, tan abandonado a lo que venga y no consigo entenderlo porque tú me enseñaste lo opuesto. No te encuentro ¿dónde estás? Fuiste duro y severo pero con un amor que se agradece más que la ternura y los mimos, porque aunque la gente puede perdurar con romanticismo, sólo con caos trasciendes la condición humana. ¿Qué hubiera sido de mí sin tu fina y aterradora compañía? ¿Cómo sería yo ahora sin ese sillón verde y sin esa Novena Sinfonía? ¿Qué hubiera sido de ese sillón verde contigo sin mí? Pronto te irás, muy pronto, me dejarás un papel difícil y largas noches de llanto porque eres uno de los cinco amores que cuento con los dedos de mi pequeña mano. Ahora ya sólo serán cuatro y después sólo serán tres porque mi padre no tardará mucho en ir tras de ti. Las hojas no cesarán de pedirme letras nacidas de extrañarte, pero te extraño desde ahora, daría lo que fuera por retornar al sillón verde, cuando todavía vivías, cuando tus ojos brillaban, cuando tu presencia me hacía temblar, cuando me hacías viajar. Verte ahora me entristece de sobremanera, yo no quiero sentir lástima por ti, no quiero ser tu bastón, ni la que te ayude a hacer lo que ya no puedes, ni la que esté ahí contigo por agradecimiento, remordimiento o educación acompañándote en tu horrible soledad. Quiero estar ahí cuando decidas levantarte e irte como el gran ser humano que siempre fuiste, garboso y elegante, misterioso e insondable, estoico, insumiso. La caricatura del anciano indefenso llorón y el circo de visitas estilo John Merrick los puedo ver en quien sea menos en ti, no soporto verte convertido en algo que no eres, tú estás en la cima del Aconcagua no tirado en esa cama, mi mirada para ti nunca puede ir hacia abajo, nunca ha ido hacia abajo ni irá así que perdón si no te encuentro ahora charro pero es que yo te estoy buscando en las alturas, anda, decídete y elévate que solamente ahí eres digno de ti y de mi mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario